A pesar de los esfuerzos de La Cámpora por reescribir la historia de los terroristas Montoneros, para modificar lo inmodificable, especialmente la verdad de que tanto el ERP como los Montoneros de los 70 eran asesinos embanderados con causas de falsas ideologías, quienes intentaban tomar el poder alegando la “liberación del pueblo” pero sin el apoyo del pueblo, claro está; esta facción política actual del FPV no ha conseguido ni siquiera maquillar las mentiras y los actos criminales que llevaron a cabo los padres de muchos que hoy lucran a costa del Estado, subidos al relato modificado, como es el caso de Wado de Pedro, Ministro del Interior de actual gobierno.
Esto surge porque este último 1º de agosto se recordó los 43 años del terrible atentado con bomba del grupo terrorista Montoneros, al Jefe del Estado Mayor del ejército de ese momento, Armando Lambruschini.
En la operación intervinieron dos criminales identificados como Lucila Révora de De Pedro y Carlos Guillermo Fassano, quienes mataron cobardemente a la hija del militar, Paula Lambruschini de 15 años, en su casa de Barrio Norte en la calle Pacheco Melo.
Fue en la madrugada del 1º de agosto de 1978, cuando en un departamento lindante con el de Lambruschini, estos delincuentes pusieron una carga de trotyl, oportunidad donde, además de la hija menor del militar, falleció uno de los custodios, otro quedó con gravísimas heridas, mientras dos vecinos del edificio Margarita Obarrio de Villa una maestra jubilada de 82 años y Ricardo Álvarez, fallecieron en el atentado y otros diez vecinos de ese edificio resultaron heridos y algunos quedaron en sillas de ruedas.
Ese fue el resultado del acto criminal del matrimonio De Pedro/Fassano y en aquel momento la muerte de todos estos inocentes, Montoneros “lo explicó” en un comunicado diciendo: “lamentablemente también murieron la hija y una anciana, víctimas inocentes de esta guerra declarada por la dictadura y heroicamente enfrentada por nuestro pueblo”, una aberración interpretativa morbosa de los hechos vergonzosos, criminales y cobardes que llevaban adelante esta banda de delincuentes, quienes relativizaban todo con el “daño colateral”, crímenes que a 43 años, no solo no fueron castigados, sino que han sido revindicados por la militancia kirchnerista que se hizo del poder entre 2003 y 2015 y 2019/2023.
Lucila Révora de De Pedro era la madre de Wado De Pedro y Enrique De Pedro, éste último asesinado en abril de 1977, quien fue su padre. Révora junto con Carlos Guillermo Fassano, su pareja de ese momento, fueron abatidos por fuerzas militares tras el crimen a la familia Lambruschini y vecinos del lugar.
Pasaron los años y a partir de la llegada del kirchnerismo en el año 2003 y por más de una década, utilizaron el relato capitalizando aquel enfrentamiento de fuerzas irregulares con los militares, tratando de idealizar aquella “juventud maravillosa” y ponerla como épica de la libertad y la lucha contra las dictaduras, cuando en realidad fueron una banda de asesinos que transgredían cualquier código y mataban y torturaban indiscriminadamente, como lo hacían sus enemigos, sin importarle la vida de la gente inocente que decían defender.
Dentro de ese relato setentista, el kirchnerismo generó las condiciones para cooptar a integrantes de esas bandas terroristas, muchos de los cuales siguen hoy en funciones, a costa del erario público y sin importarle lo que la gente opine al respecto; jubilaron de forma excepcional e idearon “indemnizaciones” para los que sobrevivieron a esa época de plomo, muchos con serias sospechas de haber sido colaboracionistas del Proceso Militar y fueron indultados por sus crímenes o a quienes, siendo descendientes (hijos y nietos) como en el caso de Wado de Pedro, lo premiaron con una indemnización de 250 mil dólares y no se sabe cuál es el mérito de De Pedro para tal reconocimiento.
Si bien los hijos no tienen nada que ver con la conducta de sus padres y en el caso del Ministro nadie puede achacarle responsabilidad o culpa por los crímenes que produjeron sus progenitores, tampoco es para darle un reconocimiento por los delitos que sus padres cometieron.
Esta parte del relato setentista del krichnerismo, le han servido a los gobiernos de Néstor, Cristina y Cristina y Alberto, para agrupar gente quienes bajo la bandera manchada de los Derechos Humanos y el lema de “los desaparecidos”, han cultivado políticamente lo mayores beneficios y prebendas de parte del Estado, con el dinero de todos nosotros pero con la decisión inconsulta de unos pocos iluminados, los han puesto en categoría de “mártires”, lo cual parece que lleva implícito el derecho a hacer cualquier cosa y decir lo que se les ocurra, tal es el caso de Juan Cabandié, Horacio Pietragalla, Victoria Donda, Fernanda Raverta, Vaca Narvaja, Ezequiel Rochistein Tauro, Cecilia Todesca Bocco, entre otros y solo por nombrar algunos, cuyos padres fueron parte de los movimientos terroristas de los años 70 y hasta el argumento de que lo hacían contra las dictaduras se les cae, por cuanto los comienzos de estos delincuentes, fue en plena democracia durante los gobiernos de Perón y Estela Martínez.
A raíz de ello y como cuando CFK dejó el poder en el 2015 no había logrado anudarlo, el 25 de junio de 2020 el Banco Central promulgó una medida que permitía que, entre otros, todos los nietos apropiados y los beneficiarios de leyes reparatorias que viven en el exterior, puedan acceder a comprar dólares al precio oficial, o sea, sin el impuesto del 30 por ciento.
Hasta este punto hemos llegado con el gobierno populista de Alberto y Cristina. Esa “reparación y beneficios” solo vale para ellos, ningún trabajador de buena fe, empresarios que invierten y gente que paga impuestos, puede acceder a estos beneficios extraordinarios cuyas leyes y DNU salen con nombre y apellido, como las vacunas, el aislamiento en pandemia y todo lo que hemos visto vulnerar por parte de este gobierno nacional falaz y decrépito.
Por este motivo y porque en esta provincia de Santa Cruz ningún medio logra cerrar dos párrafos para describir la verdad de los hechos y son absolutamente funcionales al relato kirchnerista, sin excepción, creemos necesario decir las cosas como ocurrieron y llamar a las cosas por su nombre: quien mata es un asesino, sea del lado que se ponga para disparar o colocar cobardemente una bomba.
Si a eso le agregamos la muerte de decenas de civiles que los grupos terroristas reconocían como “daño colateral”, esas acciones hacen más cobardes a sus autores y lejos de representarlos como cuasi mártires, los representa como la peor escoria social que parían aquellos años de plomo, igual a quienes los combatían, donde la zanahoria (para unos y otros) era el poder, aunque para lograrlo, debieran dejar el tendal de muertos y arrastrar a la Argentina a un baño de sangre solo para alimentar sus egos y los negocios de estos grupos quienes, en lo que menos pensaban (y piensan aún hoy) era y es, en la Patria.
(Agencia OPI Santa Cruz)