“Compro monedas, pago el triple de lo que tengas”: el auge de los reducidores de metales, una evidencia más del poco valor del peso.

Las monedas valen más como metal que como dinero. Cada vez tienen menos utilidad y su logística se volvió muy cara. Las ofertas que aparecen en redes y plataformas vinculadas al negocio de fundirlas para aprovechar el cobre y el níquel

Las plataformas digitales para vender y comprar objetos incluyen los productos más disímiles. Y cada vez es más frecuente encontrar a quienes ofrecen comprar monedas. Pero no se trata de un negocio de coleccionistas o aficionados a la numismática, que buscan monedas antiguas, sino aquellos que compran monedas actuales, en circulación, por una razón evidente: su valor como metal es más alto que lo que se puede comprar con ellas.

“Compro monedas en desuso de 25 y 50 centavos… pago el triple de lo que tengas en plata. También compro la de 1 peso viejas, la del sol, pago el doble. De 2 pesos el pago es el 50%”, explica un usuario de Mercado Libre afincado en el sur del conurbano. ¿Por qué alguien pagaría 1 peso y medio por una moneda de 50 centavos? Porque esas monedas, acuñadas en una aleación de cobre y níquel, terminarán en un reducidor de metales que pagará por ellas todavía mucho más.

La inflación hizo que el costo de acuñarlas, transportarlas y almacenarlas se vuelva muchísimo mayor que su valor facial, además de que son muy pocas las cosas que se pueden comprar con monedas en la vida cotidiana. Las monedas de 1 y 2 pesos bimétalicas (centro dorado y anillo plateado para las de 1 peso, a la inversa en las de 2), se volvieron un objetivo predilecto para los reducidores de metales. Para evitar que caigan en esas manos, según explican en las tesorerías de los bancos, prácticamente dejaron de ser distribuidas por el Banco Cental, aún cuando todavía hay existencias de ambas.
Si bien, al igual que en el caso de los billetes, destruir o alterar las monedas está castigado por el Código Penal, en el Banco Central interpretan que “no es delito la destrucción o fundición de la moneda pública” pues “el tenedor de billetes que los corta o inutiliza sólo se daña a sí mismo”. Hecha esa aclaración, las monedas se diferencian de los billetes, que una vez vencidos por la inflación son retirados de circulación y “desmonetizados”, tal como ocurrió el año pasado con el billete de 5 pesos con la imagen del general San Martín. Todas las monedas, en cambio, siguen conservando su poder cancelatorio como dinero, aún las de 1 centavo que no se ven en los bolsillos de los argentinos desde hace muchos años.

Mientras para los reducidores de metales las monedas se volvieron una fuente de negocios, para los bancos son un problema. “Sirven para poco y moverlas cuesta mucho”, explican en una tesorería de una entidad financiera. Acuñar las monedas que circulan en la Argentina es, en todos los casos más caro que el valor que representan, incluyendo la línea más reciente, la línea “Arboles” de 1, 2, 5 y 10 pesos, que no son de cobre sino de acero, más livianas y menos valiosas. Cuando fueron lanzadas en 2018 se previó el cambio de material para que el valor del metal no fuera superior al “valor facial”. Casi tres años después, la inflación se llevó puesta esa intención.

Tiempo atrás un usuario de la red social Tik Tok consiguió viralizar un video que grabó mientras llevaba una cajón lleno de monedas a una fundidora de metales. “Ahora le vamos mostrar lo que vale el peso argentino”, ironizó. “Teníamos 17,5 kilos, pagan 500 pesos el kilo tenemos un total de 8.750 pesos”, dijo, tras agregar que “en un ratito” había conseguido sacarle 120% de rendimiento cuando sus monedas dejaron de ser pesos y se transformaron en pedazos de metal.

“Compro monedas por kg!! De cobre y niquel, vigentes y antiguas, a $400 por kg. Costo de envío a cargo del vendedor. Se realizan operaciones solamente mayores a 10 kg”, dice otra oferta de Paraná, Entre Ríos. En Mercado Libre y en otras plataformas abundan ofertas de este clase, lo que muestra que hay un mercado creciente. Quienes quieren vender monedas, en ocasiones.

En los bancos explican que, a diferencia de otras épocas de escasez (como en los años previos a la tarjeta SUBE, donde hacían falta para viajar en colectivo), hay monedas de sobra y el BCRA entrega toda la cantidad que le piden. El problema es que nadie las pide. De hecho, la cantidad de monedas nuevas incorporadas a la circulación en el último año fue muy limitada. En el caso de las de 1 peso, el stock creció solo el 4 por ciento.

“Pedimos al Banco Central lo mínimo indispensable, porque una sucursal no puede funcionar sin un mínimo de monedas para hacer algunos pagos, como las jubilaciones. Por eso los bancos públicos necesitan más, porque pagan más a jubilados y planes sociales. Pero no dejan de ser un problema: trasladarlas es costoso y nos quita recursos para el transporte de billetes, que es lo verdaderamente indispensable”, explicaron a Infobae en un banco privado de alcance nacional.