La ideología es definida como un “Conjunto de ideas que caracterizan a una persona, escuela, colectividad, movimiento cultural, religioso, político, etc”.
A partir de la aparición posmordena de la ideología de los boludos, he acuñado una especie de neologismo que surge de fusionar ambos vocablos para definir a esta última especie de “pensadores laterales de la realidad imaginada” con la cual se conforma la “boludología” ejercida exclusivamente por sus cultores: los boludólogos.
La boludología la podemos encontrar prácticamente desarrollada por la mayoría del arco político nacional actual y pasado, pero con mayor profundización y orden, dentro del propio kirchnerismo, espacio de boludólogos amateur que han tenido el tiempo suficiente para instaurar muchos aspectos claves de esta materia que como estrategia goebeliana, machaca contra las mentes débiles e influenciables, con el afán de contaminarla de tantas boludeces que, al final, algo dejará de residual en ellas.
Un boludólogo que se precie de tal y esté acorde a los tiempos de la posverdad, critica y llama “Oligarcas” a los productores del campo que se levantan a las 5 de la mañana, invierten y miran todos los días al cielo para saber si alguna tormenta les va a arrasar su capital con el cual sostienen a los gobiernos-aspiradoras como el actual. Esto sucede generalmente, mientras cada funcionario, diputado o los propios presidentes, viven en Puerto Madero o en calle Juncal en plena recoleta, o algún diputado de poco fuste pero discurso lábil, tiene un patrimonio de 400 millones de pesos que no sabe cómo lo hizo, ya que nunca trabajó un día para el país, solo por dar un ejemplo de un boludólogo físico.
Desglosando el término “oligarca” utilizado por sus creadores para definir a los que producen en la Argentina, podríamos decir que los boludólogos no tienen nada de “oli”…
Un buen boludólogo, nunca se hace responsable de las boludeces que genera. Es de manual culpar al otro, a casi tres años de gobierno persistir en el ¡Ah, pero Macri! para justificar los aumentos inmanejables de la economía desastrosa rayana en la “hiper” que han desatado. Acudir a la inmoralidad de los productores, la actitud especulativa de los comerciantes o la guerra de Ucrania, como justificación de sus propios estropicios políticos. Nunca la impericia propia, la inutilidad del gobierno de Alberto y Cristina, la corrupción y la falta de capacidad para gobernar un país con funcionarios improvisados, relucen como las causas principales de la debacle.
La boludología surge fuertemente en el ámbito cultural y hace estragos en este campo, porque impone cuestiones de fondo y forma, con el objetivo de modificar el acervo del argentino medio, imponer nuevas reglas y hasta cambiar hábitos. Pero lo más creativamente negativo de la boludología, es transformar en boludos a quienes se han mantenido coherentes a través de los tiempos políticos y sociales.
Uno de los principales parámetros que tenemos para medir el nivel de boludología social, es midiendo la cantidad replicadores de las boludeces que el kirchnerismo ha inventado para forzar el cambio de los paradigmas lógicos del habla y la interpretación correcta de los términos del lenguaje. Y debemos reconocer que ha logrado que muchos adhieran a sus principios, obtenidos de Groucho Marx. De hecho, en Santa Cruz, la gobernadora ha impuesto el uso de la “x” en la papelería oficial, en lugar de las vocales que los boludólogos no la consideran inclusiva.
Cuando nos hablan de la “juventud maravillosa” de los años ´70, los boludólogos recortan la historia de manera atroz y nos pintan imágenes de jóvenes sacrificados saturados de ideología renovadora para cambiar el país combatiendo a las dictaduras criminales que nos poblaron.
La interpretación capciosa del boludólogo, gira en torno a esta “gesta heroica” de jóvenes idealistas, pero suprimen la explicación objetiva: se trataba de criminales que creían en la revolución de las armas, se instruían en Cuba y decían exorcizar a las dictaduras, para quedarse ellos con el poder. Hoy, muchos de ellos, han cobrado indemnizaciones millonarias y están diseminados en los gobiernos peronistas y exacerbados en los kirchneristas. Nada es gratis, como se ve (al menos para los argentinos).
La boludología contiene ciertos tips claves que ayudan al pensamiento de sus iniciados: la culpa nunca es de ellos, sino del otro; los derechos humanos tienen nombre y apellido y una cuenta bancaria; los medios críticos son los enemigos, los genuflexos, acreedores de millones de dólares en pauta; los ricos y los empresarios son blancos de sus “luchas sociales”, mientras todos los boludólogos son millonarios, con la diferencia que los primeros lo hicieron trabajando, ellos robándole al Estado.
Las dictaduras militares pasadas, deben permanecer en la agenda setting, olvidándose de que el amigo Zaffaronifue el autor del Código Militar de la Junta que implantaba el fusilamiento en la época de las dictaduras, que el General Bendini, tiene en su haber la masacre de Margarita Belén o que el ex Jefe de las FFAA en épocas de CFK, el Gral Milani, está acusado de la desaparición del soldado Ledo en el norte argentino.
Esta clara diferencia entre la ideología y la boludología, se puede interpretar aún mejor escuchando lo que dicen en público y viendo como actúan en privado los cultores de esta rama enana del pensamiento fascista-populista como subespecie política, dedicada a destruir las instituciones, hacernos perder la identidad de nación y poner a la Argentina, entre los peores países del mundo, en todos los órdenes.Las culpa y la solución de que los boludólogos existieran y hayan vuelto, es pura y exclusiva del pueblo argentino. Ellos tienen un propósito y lo llevan a cabo, porque los dejan. (Agencia OPI Santa Cruz)