Rodríguez Larreta, el buscapié político.

Rodríguez Larreta es lo que en la pirotecnia, cada vez más caía en desuso, se denomina “buscapié”, porque una vez encendido el ingenio chino compuesto por un cohete sin guía (varilla de madera), vuela rasante y errático hasta encontrarse con algo que lo detenga.

La metáfora se reduce a la capacidad que tiene el Jefe de Gobierno de buscar aliados por cualquier parte, incluyendo innombrables provenientes de sectores del kirchnerismo o el radicalismo dual, que han encontrado un ancla político para medrar en el próximo periodo y no dudan en colgarse de este personaje tibio que en aras de ser “antigrieta” no le importa mezclarse con lo peor, aún aquellos que nos han hundido como país y como sociedad, tal es el caso de Sergio Massa, su gran amigo y consejero, al cual jamás critica.
En lo personal y como votante libre que soy, nunca le pondría un voto a Larreta, pero no solamente por su pública permeabilidad política y sus ansias de aliarse con cualquiera que le arrime un voto a su pretensión presidencial, sino por la dualidad partidaria que tiene a quien cualquier colectivo le queda bien y colijo que en funciones como presidente, no se apartaría del modus operandi que llevan a cabo quienes hoy presiden el país.

Larreta cree que por gobernar CABA puede conducir el país y también Mauricio Macri lo creía y así nos fue. La pregunta retórica hoy es si existe algún político argentino realmente capacitado para llevar adelante una titánica tarea como la que se le propone a cada uno de los aspirantes a la presidencia?; y la respuesta es no, pero Rodríguez Larreta (creo yo), menos aún.


No se avizora un hombre capaz de poner las cosas en su lugar y hacer cirugía mayor en ámbitos donde la tibieza de la acción y el consenso super actuado no nos va a sacar de esta encrucijada histórica en que nos encontramos.

Larreta colmado de simbolismo (bastante berretas, por cierto) con su lanzamiento desde el kilómetro “cero” de la ruta 40, augurando el inicio de una nueva época para la Argentina y recreando el mensaje de que para construir se debe sumar a partir del federalismo y bla bla bla, es un constructor con pura retórica de campaña. En la praxis diaria estos personajes no dudan en mezclar el agua con el aceite y elucubrar y aplicar las más antiguas concepciones políticas del entreguismo y la parcialidad, para conservar el poder.

Larreta es postulante a la idea de Sergio Massa de que para construir el adobe (vaya antigüedad) se debe mezclar barro y bosta, en referencia a la necesidad de taparse la nariz a la hora de juntarse con lo mejor y lo peor de la política, para elaborar algo nuevo. Así nos ha ido y nos está yendo a los argentinos con esta idea de no tamizar nada ni a nadie, con el solo objeto de llegar o sostener el poder.
El jefe de gobierno que se muestra tan ecléctico al pie del mojón de la ruta 40 en Santa Cruz, es el mismo que en pandemia elaboró un decreto para suprimirle la salida de sus casas a los jubilados (que debió revertir por los agravios recibidos), el mismo que mandó a la policía antimotines de la ciudad a cachiporrear y correr con los escudos a los residentes médicos que pedían un aumento por la miserabilidad de salarios que cobran de sus manos o quien la semana pasada mandó a la misma policía con escudos, tonfas, gas lacrimógeno y balas de gomas a reprimir vecinos de Villa Lugano que protestaban porque hacía casi una semana no tenían luz.

Sin embargo, Rodríguez Larreta es quien semanalmente admite, permite y corre a limpiarle sus necesidades, a miles y miles de piqueteros, planeros y manifestantes rentados del FPV y los partidos de izquierda, que cortan la 9 de Julio, interrumpen el tránsito por toda la capital y no permiten que los trabajadores, quienes colaboran con Larreta en el desarrollo de CABA, puedan concurrir a sus lugares de trabajo o que la ciudadanía se pueda desenvolver normalmente en una ciudad “anormal”, como se ha convertido CABA a través de estos grupos de presión.

Estas organizaciones pueden hacer lo que les plazca, inclusive defecar en las aceras, acampar en los espacios verdes, permanecer días ensuciando todo, emborrachándose, habitando los espacios al aire libre y precarios con niños, destruyendo todo el mobiliario urbano, que el jefe de gobierno no emite una sola crítica y mucho menos mueve un dedo para desalojarlos. Por el contrario, ni bien las bandas militantes se van de allí (cuando se les ocurre, no porque se lo ordenen), Larreta manda al personal de la Ciudad que en pocas horas limpian la mugre de los mugrientos y reparan todo lo que rompieron, con cargo a los vecinos por sumas millonarias, que el pre candidato se encarga de no mencionar en sus edulcorados discursos.

A la vista de su actuación dual y el mensaje político que ejerce, nos preguntamos si es éste el candidato que puede revertir la situación política y social de la Argentina, o en realidad es más de lo mismo?.

Rodríguez Larreta es un emergente de la política berreta y acomodaticia por la que transita el país. Es el “Alberto”, que en el 2019 prometía “cerrar la grieta” y convocaba a una unión a partir del consenso, la reflexión y la autocrítica y cuando llegó, hizo exactamente lo contrario, como antes lo hizo Macri y antes Cristina y un poco antes Néstor o el ahora ministro de economía, su amigo, el abogado Sergio Massa.

Por eso no es confiable Larreta. Se presenta como un incubus de la misma mala política que nos tiene absortos y empantanados desde hace décadas. Es un buscapié que está en la trayectoria errática de un vuelo corto, en el que busca oxígeno para quemar su pólvora, antes de chocar contra quien lo detenga, que puede ser el voto de la gente.

“Conozco tus obras: no eres frio ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Por eso, porque eres tibio te vomitare de mi boca” Libro de Apocalipsis 3:15-17. (Agencia OPI Santa Cruz)