Donde hay una necesidad, nace un negocio. Pablo Grasso lo tiene claro. Anuncios inciertos, relato y creación de expectativas y si se da, los amigos se sentarán a la mesa.

La transparencia no es un don de la clase política en Santa Cruz. Basta ver que en el ranking de provincias donde sus funcionarios no presentan las Declaraciones Juradas, Santa Cruz encabeza la lista de incumplidores. Dicho esto, es una obviedad decir que desde aquellos años donde el kirchnerismo era “amo y señor” de los bienes del Estado y hasta de las personas, porque les fijaba el porcentaje de aumento de salarios que se le ocurría, nada ha cambiado.

El Intendente de Río Gallegos, Pablo Grasso, tiene una manera muy particular de gestionar: plotea todo con su nombre, distribuye pauta para que los medios hablen bien (o al menos no mal), destaquen sus “logros políticos”, repliquen sus cartillas, hagan entrevistas que son publinotas y lo sigan donde vaya para mostrar la foto del intendente con la plebe sonriente que lo acompañan, incluyendo, claro está, los concejales de Río Gallegos.


En ese frenético dispendio de fondos, sobre los que nadie pregunta y menos los concejales, el intendente Grasso abrió la billetera para solventar festivales que el riogalleguense nunca supo ni sabrá lo que cuestan y atento a lo que los ciudadanos quieren escuchar, anunció la remodelación de la autovía que dejó sin terminar Lázaro Báez, un compañero de Grasso con el cual comía asados.

El intendente arremetió a través de sus medios pautados para instalar un mensaje fundamental para cualquier habitante de la capital: la autovía así como está, no va más. Y es absolutamente cierto; la traza es una verdadera carrera de obstáculos, las rotondas no tienen la mínima seguridad, los accesos son una apuesta a los accidentes más violentos, las pasarelas sobre nivel son horribles, poco práticas e intransitables y así podríamos seguir nombrando los déficit de una obra que como todas las que encaró Austral Construcciones, fueron caras, deficientes, no se concluyeron y estuvieron mal hechas.

Pablo Grasso presidente del IVUD recorre obras –


Entonces Pablo Grasso se despertó una mañana y escuchó al coro de adulones y otros interesados en morder algunos pesos de la obra pública y salió a decir lo que sin duda no tendrá oposición pública: la autovía de Río Gallegos es despreciada por todos los habitantes de la capital, por lo tanto, Grasso sabía de antemano que montar un discurso en ese sentido daba respaldo, pero claro, la mentira no solo tiene patas cortas, sino memoria infinita.

Te cuenta lo que quiere hacer, no lo que puede hacer

Grasso usó a los medios provinciales para abrir la máxima expectativa de gestión: modificar la autovía, algo que pide la gente pide a gritos pero soslayó que esa traza no está jurisdiccionalmente bajo su decisión, aún cuando sea una de las principales arterias de Río Gallegos.

La expectativa que abrió social y políticamente Pablo Grasso, su hermana, Diego Robles y la concejal propia (aunque es de la UCR) Daniela Damico, que aportó su granito de arena para potenciar el delirio del intendente, se cayó al poco andar cuando la noticia llegó a oídos de Pablo Croppi a cargo del Distrito 23 de Vialidad Nacional, quien le envió una notificación al Intendente Grasso en la cual lo intimó a abstenerse de realizar algún tipo de modificación en la traza de la autovía 17 de octubre, entre los kilómetros 2604,63 y 2609,65, porque dicha obra pertenece al Estado nacional y el traspaso a la provincia o a la ciudad de Río Gallegos, no ha operado.

Es decir, utilizando el argot de los abogados, el anuncio de Grasso “deviene en abstracto”, no se puede resolver tal como está planteado por el Intendente porque lo que quiere hacer está fuera de su jurisdicción; ergo: Pablo Grasso miente; promete algo que no puede hacer.

Esto nos lleva a pensar que la estrategia del intendente, acompañado de algunos concejales que se han prestado al diseño de este relato, ha sido (como dijimos) generar una expectativa positiva en la opinión pública, atacando con una promesa incumplible, lo que a todas luces y en base a los datos de la realidad es falso.

Pero si aún fuera una posibilidad, la de reestructurar la autovía, el Intendente nunca informó datos que hagan sustentable un proyecto de tal magnitud como: cuál es el costo total de la obra, con qué fondos se financiará, cómo será la selección de las empresas y las exigencias, el plan de obras, ni ha realizado las audiencia públicas, todos estos, necesarios pasos tanto para llevar a cabo el proyecto como para transparentar su implementación.

Lo que hizo Pablo Grasso es más o menos como si nosotros anunciamos que vamos a extender la construcción de nuestra casa en el terreno del vecino, pero sin que éste nos haya cedido su terreno, ni vendido ni donado. Es simplemente un anuncio falso sin anclaje en la realidad.

No olvidemos que el intendente es proclive a los grandes anuncios, pero no a la terminación completa de las obras; basta recordar el soterramiento de los cables, obra para lo cual recibió los fondos y nunca se terminó. También en el caso de la reestructuración de la calle Roca y a pesar de los sucesivos pedidos del entonces Concejal Pedro Mñoz del CC-ARI para que presente su plan de obras, no solo nunca los presentó, sino que ni siquiera se molestó por responderle al edil. (Agencia OPI Santa Cruz)