Estamos ante una encrucijada política, social y económica, como pocas veces se vivió en la Argentina. Escuchamos promesas, tecnicismos, proyecciones y un palabrerío futurista donde nos dicen que si hacemos un gran sacrificio ahora, veremos los frutos en el futuro (¿?).
El presidente Javier Milei llegó a decir que recién dentro de 15 años comenzarán a verse estos resultados de las políticas pensadas y aplicadas hoy. Esto tiene una doble lectura: por un lado en un país donde las “políticas de Estado” son ausentes sin aviso, la única forma que Milei cumpla su proyección, es que sea reelecto por 4 períodos más, con lo cual no estamos ante un presidente distinto de los otros que pretendieron perpetuarse en el poder; por otro lado, decir que de acá a 15 años vamos a ver los resultados, es desalentar a mucha gente que lo votó y no llegará a ver el país que promete Milei, a menos claro, que se entienda el mensaje subliminal que tira por elevación: “eso va a pasar si estoy yo; ergo: me tienen que votar los próximos 3 o 4 periodos”; algo parecido a lo de Sergio Massa.
La luna de miel corta y poco dulce por la que transita el presidente y la sociedad cuyas expectativas no han mejorado, por el contrario se agravaron considerablemente, oscurece el panorama y más aún las proyecciones que intenta instalar Milei, dándonos a entender que el sacrificio de todos será una contribución colectiva a la Argentina que saldrá adelante.
Todo muy lindo en los discursos, sin embargo, con un índice del 21% de inflación, donde al INDEC se le cayó al menos 9 o 10 puntos y el aumento descomunal que se viene en los servicios públicos y el transporte, el encarecimiento brutal de una inflación que tendrá un interanual de más del 230% (siendo conservador) no es muy alentador ni tranquilizante, porque “la casta” puede seguir sosteniéndose, en todo caso deja de ganar, pero la clase media y baja pagan el costo social y económico de esta dinámica absurda, que solo contempla (como antes) el sostenimiento de una clase privilegiada (empresarios, políticos, multinacionales, etc) sobre los argumentos laxos y trillados, de que si a ellos les va bien, a todos nos irá igual (¿?).
El sinceramiento de la economía, en términos prácticos, es liberar el mercado sin reparar el daño que se ocasiona, pero los más dañados de todos son las franjas medias y bajas, los jubilados, quienes viven con lo justo y ahora les quitaron la actualización por inflación y no se ve, hasta el momento, una decisión de cuidar y morigerar el impacto negativo de las medidas por parte del presidente Milei quien dijo que los costos no los iban a pagar los pobres, sino “la casta”.
La pregunta que nos hacemos, entonces, es si realmente hay un plan que pueda prosperar y durar en el tiempo, con este tipo de proyección negativa y si el presidente especula que por haber sacado el 55% de los votos puede hacer lo que se le antoja, usufructuando el sufrimiento de los argentinos de menos recursos (muchos de los cuales lo votaron) tras dar vuelta sus discursos de campaña y girando 180º en su accionar práctico, como lo han hecho todos sus predecesores.
Si Javier Milei cree que tiene la solución y la solución es ésta, corre el riesgo de cometer el mismo pecado que Mauricio Macri, quien con su subestimación política y su egocentrismo, nos devolvió al kirchnerismo en el año 2019.
Hoy, la situación parece aún peor, porque Javier Milei no está decidido a dar una lucha contra la corrupción pasada, no habla de CFK ni sus responsabilidades políticas, elude mencionar a Sergio Massa y menos aún a Alberto Fernández, no denuncia los hechos pasados y sostiene dentro de su estructura de gobierno, la misma “casta” a la cual prometió liquidar. (Agencia OPI Santa Cruz)