FUROR POR VIAJAR AL EXTERIOR: LOS ARGENTINOS SALEN DEL PAÍS COMO NUNCA ANTES.

En mayo cruzaron la frontera 1,3 millones de personas. El turismo emisivo creció un 45% interanual y la diferencia con los extranjeros que ingresan marca un récord negativo. Precios internos altos, dólar estable y menor carga impositiva impulsan el fenómeno.

El dato sorprendió incluso a los analistas más optimistas. En mayo, 1.314.700 argentinos salieron del país, según el último informe difundido por el INDEC. La cifra representa un crecimiento interanual del 45,8% y consolida una tendencia que ya se venía observando desde principios de año: el turismo emisivo se dispara, mientras el receptivo cae en picada. En los primeros cinco meses de 2025, ya viajaron al exterior 6,71 millones de residentes argentinos, casi 2,7 millones más que en el mismo período de 2024.

Los destinos elegidos confirman un perfil que mezcla conveniencia económica, cercanía geográfica y accesibilidad: Chile (21,9%), Brasil (19,8%) y Paraguay (11,7%) concentran más de la mitad de las salidas, y son además los países donde los argentinos cruzan en masa por tierra, compran productos más baratos y regresan en el día o al día siguiente. De hecho, en mayo se contabilizaron 561.800 excursionistas (quienes no pernoctan fuera del país), una cifra que da cuenta de este turismo exprés.

La mayoría cruza por medios aéreos (51%), pero el transporte terrestre viene ganando peso en los últimos meses (41,6%), en especial en pasos fronterizos clave como Mendoza, Posadas, Clorinda y Puerto Iguazú. El resto (7,4%) se reparte entre vías fluviales y marítimas, donde el movimiento hacia Uruguay también resulta significativo.

El contraste aparece cuando se observan las cifras de ingreso. En mayo, apenas 572.900 extranjeros llegaron a la Argentina, una caída del 20% respecto al mismo mes de 2024. El saldo entre argentinos que salen y extranjeros que entran –un dato sensible para la balanza de servicios– muestra un desequilibrio inédito: 4,33 millones de turistas netos que viajaron al exterior entre enero y mayo. Un récord negativo que prende todas las alarmas en el equipo económico.

¿Qué está impulsando este fenómeno? Los especialistas coinciden en al menos tres factores clave. En primer lugar, el atraso cambiario: con un dólar oficial que apenas se movió en los últimos meses y un tipo de cambio paralelo en baja, los precios en el exterior resultan mucho más competitivos que los locales. En segundo lugar, la eliminación de restricciones para el uso de tarjetas en el exterior y la rebaja de impuestos al turismo (como el fin del Impuesto PAIS y el tope al dólar Qatar) facilitaron y abarataron las operaciones. En tercer lugar, los propios precios domésticos: con una inflación que sigue corriendo por encima del dólar, cada vez es más caro vacacionar, hospedarse o incluso comprar en la Argentina.

“Hoy muchas familias hacen la cuenta y se dan cuenta de que les conviene más irse una semana a Camboriú o a Santiago que quedarse en Mar del Plata”, explica Federico Etcheverry, economista y consultor en turismo. “A eso se suma el efecto acumulado de dos años con muchas restricciones: hay un deseo de viajar que ahora encuentra condiciones materiales para concretarse.”

Mientras tanto, los países limítrofes experimentan un boom en sus comercios minoristas gracias al arribo de argentinos. En ciudades como Iquique, Encarnación y Rivera, los centros comerciales funcionan casi exclusivamente en función del turismo argentino. En enero, por ejemplo, el retail chileno reportó un incremento del 8,4% en ventas, impulsado por los consumidores provenientes del otro lado de la cordillera.

Pero detrás de este dinamismo también aparecen las sombras. La salida masiva de turistas representa una fuga sostenida de divisas en momentos en que el Banco Central intenta consolidar un esquema de acumulación de reservas. Según cálculos de consultoras privadas, el déficit de la balanza turística podría superar los 10.000 millones de dólares en 2025 si esta tendencia no se revierte.

Desde el Gobierno, por ahora, evitan referirse al tema como un problema. Argumentan que se trata de una “normalización” de la actividad turística y celebran el retorno de vuelos, la mayor conectividad aérea y el “alivio fiscal” que beneficia al sector. Pero la disparidad entre lo que sale y lo que entra resulta cada vez más difícil de sostener.

A esto se suma un elemento sociológico que no pasa desapercibido: la experiencia del viaje como forma de escapatoria frente al contexto local. Muchos no viajan sólo por oportunidad económica, sino también por necesidad emocional. “Es una manera de tomar distancia, de sentirse por unos días en otro país, otra moneda, otra estabilidad. Aunque sea por poco tiempo, te permite respirar”, dice Mariana Suárez, que viajó con su familia a Foz de Iguazú para hacer compras y descansar.

Con un turismo receptivo en caída, una clase media que busca afuera lo que antes encontraba adentro, y una balanza de servicios en rojo creciente, el fenómeno del éxodo turístico argentino interpela no sólo al bolsillo, sino también al rumbo del país. La salida es literal, pero la pregunta que subyace no lo es: ¿Cuánto más podrá sostenerse esta fuga si el ingreso no se recupera?