Después del ataque sufrido por Donald Trump en Pensilvania (EEUU) donde un tirador desde una azotea atentó contra su vida con un rifle y fue abatido por los francotiradores de la seguridad oficial, la ex Vice presidente Cristina Fernández salió por las redes sociales (nunca un comunicado oficial como ex presidente y ex vice o una comunicación personal) a “solidarizarse” con Trump, pero como los prejuicios propios de la condenada argentina no la dejan separar lo humano de los “ideológico”, la comunicación pública (dirigida a nadie en particular) remata “Creo que no es necesario aclarar que no tenemos las mismas ideas: el respeto a la vida de los semejantes está por sobre toda diferencia política o ideológica”.
Cuando uno debe aclarar lo obvio para defender una postura, manifiesta lo cerrado y prejuicioso que resulta su mensaje y en este caso se trasluce una postura más desde lo emocional que desde lo sentimental y políticamente correcto.
Cristina sabe que ese mensaje nunca le va a llegar a Trump, si así lo hubiera querido, lo haría por los canales institucionales de la embajada u organismos habilitados que ella, por ser ex mandataria, tiene a su alcance y puede solicitar.
Lo que intentó la ex vice condenada, fue recrear, en el atentado sufrido por Trump, lo que ella sufrió siendo vicepresidente el 1 de septiembre del 2022, justo en estos momentos en que los autores locales de aquella puesta en escena, son llevados a juicio oral.
Pero claro, el atentado a Trump es real, concreto y lo puso en peligro o mató gente. El que supuestamente sufrió ella, fue una parodia donde nadie puede matar a otro si lleva un arma descargada y no podría acercarse a 30 cms si no tiene complicidad de la seguridad presidencial o al menos, la seguridad perimetral que precede y rodea a un mandatario.
Cuando alguien se solidariza con otro, pero debe aclarar que lo hace “por respeto a la vida”, es obvio que no le importa nada esa persona, sino solamente, está cuidando las formas y de paso equiparándose en calidad de víctima, cuando los hechos, las circunstancias y hasta la intencionalidad de los actores, en uno y otro caso, no son para nada coincidentes.
Obviamente Donald Trump debe tener, en este momento, cosas más importantes que leer lo que dice en las redes sociales Cristina Fernández; eso reduce aún más ese mensaje discriminatorio y oportunista disparado por la condenada desde su casa en El Calafate, a una expresión política individual, carente de valor institucional que está emitida para consumo de su propia militancia y los medios condescendientes que no analizan el contexto, solo reproducen, a quienes les expresa en una especie de silogismo, lo humana que es, que por humana reacciona como tal, pero sigue pensando que Trump es un hijo de puta, proque está en las antípodas de su pensamiento. Y si escarbamos en lo más profundo de ese sentimiento reprimido, es posible que hasta justifique lo que le pasó ayer al candidato estadounidense como un castigo al “payaso de derecha” como lo tildaba cuando era presidente de EEUU, ante la posibilidad cierta de que pueda volver a la Casa Blanca. (Agencia OPI Santa Cruz)